miércoles, 1 de abril de 2015

LAS TRABAJADORAS DE HOGAR TENEMOS QUE SEGUIR LUCHANDO



Por María  Paco

Las trabajadoras del hogar, antes de organizarnos en sindicatos o de otras maneras, hemos pasado por cosas muy ingratas, injusticias, explotación y discriminación.  

Las niñas y jóvenes en el área rural solo tenían la posibilidad de estudiar hasta quinto de primaria, pero las que tenían suerte, pues otras, o no tenían recursos, o sus padres no las dejaban ir a la escuela. Por ello, para buscar otras oportunidades, muchas nos hemos visto obligadas a migrar lejos de nuestras familias y del lugar donde nacimos.  

La mayoría de las migrantes, llegando a la ciudad no sabíamos ni leer ni escribir, todo porque nuestros padres  de mentalidad machista creían que las mujeres no necesitamos estudiar, así   nos sumergieron en la ignorancia y pasamos a engrosar las filas de las trabajadoras de hogar, no es que sea malo, pero es casi el destino obligatorio para nosotras las migrantes. 

En los empleos como trabajadora del hogar, también hay diferencias, pues podría clasificarlas en: las mujeres que tienen suerte y son a quienes se les respeta todos y cada uno de sus derechos, de estas hay muy pocas. 

Las otras compañeras son las que tienen menos suerte, pero por lo menos pueden salir los domingos y se les concede algunos de sus derechos, como “libertades” entre comillas, por ejemplo algún tiempo mínimo para poder estudiar. Y por último están las compañeras que no tienen suerte, que son muchas, explotadas por su empleador o empleadora, a las que no se les reconocen sus derechos, e incluso se las tiene en situación de esclavitud, porque aparte del exceso de trabajo, no se les paga.  

Para los tres tipos de trabajadoras hay presión en el empleo, ninguna se salva, pues los jefes o jefas todo el tiempo nos controlan con mucha desconfianza, como si nosotras no tendríamos valores y no trabajáramos a conciencia.

Algunas veces, por accidente, al  limpiar se nos rompe algún adorno o plato o alguna vez nos ha pasado que quemamos el arroz, son cosas que le puede pasar hasta él o la más experta. Pero los y las jefas no entienden eso y lo primero que hacen es descontarnos el sueldo que tanto nos cuenta ganar y cuando nos parece una injusticia y nos atrevemos a reclamar, nos discriminaban llamándonos “imillas boconas”, encontrando el pretexto perfecto para despedirnos sin  sueldo ni beneficios. Aun así, en un lugar donde el que tiene plata tiene poder y puede ejercer abuso en contra de las que no tenemos, nos cansamos y nos hemos organizado y hoy en día las trabajadoras del hogar hacemos historia en el mundo. El camino no ha sido fácil y pese a los tropiezos, organizadas podemos reclamar nuestros derechos, visibilizarnos como sector y reivindicar nuestra labor. Se han conquistado leyes y reglamentos en favor de las trabajadoras del hogar, las autoridades casi no hacen respetar ninguna de estas, pero nosotras, como hemos venido luchando hasta ahora, lograremos que se respeten los derechos que nos hemos ganado a base de esfuerzo.

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